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Indígenas en la Independencia

 Indígenas en la Independencia 


Gerardo Pérez Muñoz

Ilustración de portadilla: Fernando Castro Pacheco. Murales en el Palacio de Gobierno de Mérida, Yucatán

Históricamente en México ha habido un proceso de elusión y ocultamiento del papel y lugar de los pueblos indígenas en las historias nacionales que ha servido hasta ahora como coartada perfecta para naturalizar el despojo abusivo y sistemático de los pueblos originarios de México. José del Val

Los pueblos originarios de nuestro país han estado en todas y cada una de las etapas históricas de lo que hoy conocemos como México. Desde la época prehispánica, pasando por la colonia, la independencia, la reforma, la independencia, la revolución y la revolución hecha gobierno (PRI) hasta nuestro actual México neoliberal, discriminador, racista y clasista. No es casual que los pueblos originarios estén en la base de la pirámide socioeconómica; casi 70% de los indígenas viven en pobreza y miseria. Junto a esa situación, sigue el despojo de sus territorios, su agua, bosques, cultura y bienes comunes. Han sido y son, los invisibles y ninguneados de la historia.

Se ha escrito y dicho hasta la saciedad que la historia la escriben los vencedores, quienes imponen una sola narrativa, dejando fuera a sectores sociales subalternos, como lo han sido los indígenas y las mujeres. Para no pocos autores y académicos, los pueblos indígenas eran y son, pueblos ágrafos y sin historia. A los pueblos indígenas se les ha subestimado e ignorado en la historia de nuestro país, tanto en la historia patria y de bronce, como en las historias matrias de nuestro territorio.  Como siempre, hay historiadores y científicos sociales con muy valiosas excepciones.

Los Pueblos indígenas en la Independencia

El historiador norteamericano Eric Van Young, en su obra La otra rebelión: la lucha por la independencia de México 1810-1821, menciona que la participación de indígena en la independencia fue muy elevada, de un 50 a 60%, que era el porcentaje de población indígena a inicios del siglo XIX. En 1814, la Nueva España tenía una población de 6,122, 000 habitantes; de los cuales los indígenas constituían el 60%; las castas el 22% y los blancos el 18%. Dentro de los blancos, los españoles criollos representaban el 17.8%, mientras que los peninsulares o gachupines sólo eran el 0.2% de la población.

Nos dice la historia que la rebelión Indígena de 1810 comenzó un domingo 16 de septiembre de 1810 en el pueblo de Dolores, Gto. El cura Miguel Hidalgo convocó a unas 600 personas entre indígenas y mestizos que acudían al mercado. Para el 23 de septiembre ya se le habían unido 23 mil almas y en la batalla del Monte de las Cruces y con la ayuda de Ignacio Allende, su ejército ascendía ya a 80 mil hombres.

Considero importante mencionar que el Cura Hidalgo hablaba seis lenguas o idiomas, entre estas, el Nahua, Ñhañhu u Otomí y Purépecha o Tarasco, lo que le permitió una comunicación efectiva con los pueblos indígenas que se le sumaron.

Un antecedente importante poco antes del histórico Grito de Dolores, nos dice el historiador John Tutino, en su estudio Indios e indígenas en la guerra de Independencia y las revoluciones zapatistas, fue la rebelión de los pueblos indígenas del Bajío en 1810. Un elemento que explica la rebelión --dice Tutino--, fue el liberarse del tributo impuesto por la monarquía española, es por ello que los indígenas se sumaron a la rebelión debido a la posibilidad de liberarse de aquel impuesto. Otro elemento que influyó fue La situación social y económica del Bajío en 1810. Crisis agrícolas, escasez de empleo, crisis económicas…y abusos por parte de las élites, en especial de los peninsulares y criollos. Un ejemplo de la explotación y abuso de esas élites lo constituyó el Obispado de Guadalajara, ello, por la intromisión del clero secular en la vida de las comunidades, especialmente por su pretensión de controlar las cofradías, las tierras y el ganado de los indígenas. (Rosa Yáñez Rosales, Rostro, palabra y memoria indígenas).

Antecedentes de Rebeliones indígenas.

Contra cierta versión histórica que han escrito acerca del carácter melancólico de los pueblos originarios y el carácter abismado de sus integrantes que son sujetos de desconfianza, hay toda una vida de lucha en contra del despojo de sus tierras y bienes, por su libertad y autodeterminación hasta nuestros días. Veamos algunos casos. Desde la guerra del Mixtón en 1540-42, pasando por la rebelión de los pueblos mayas en 1546, sin olvidar la sublevación de los pueblos Chichimecas que duró 40 años, de 1548 a 1598. La rebelión indígena de Tehuantepec contra la opresión, explotación e imposición religiosa y cultural española, conocida también como la rebelión del Lunes Santo. Sin dejar de mencionar por su cercanía con nosotros, las rebeliones de los pueblos Totonacos y Nahuas de 1762 y 1787, tocando los municipios de Papantla, Chicontepc y Huejutla y cerca del siglo XIX, las rebeliones de la Sierra Gorda lidereada por los pueblos Pames y Jonaces, entre 1767-1771, cansados de la explotación y abusos de parte de las autoridades españolas. La rebelión de los Mixtecos que duró once años; de 1810 y 1821 (Gisela von Wobeser, Los indígenas y el movimiento de Independencia).  Un Oaxaqueño que participó en forma decidida en contra de los españoles y a favor de la  lndependencia nacional, fue el indígenas Valerio Trujano, Guerrerense de origen, llamado el héroe de Huajuapan de León y gente de confianza de Morelos, muerto rumbo a Tepeaca y enterrado en Tehuacán. Pue.

La Dra. von Wobester menciona algunos nombres de los indígenas que participaron en la lucha por la Independencia. Entre los líderes indígenas sobresale el caudillo Albino García Ramos, apodado el manco, proveniente de Guanajuato, a quien apresaron y ejecutaron en Celaya junto con su hermano Pedro. También escribe que en la intendencia de Guadalajara también hubo líderes indígenas, como los principales de Zacoalco, Juan Paulino y Pedro Rosas. En Zapotitlán, Jalisco, el cabildo indígena se pronunció por apoyar a los insurgentes y lo mismo ocurrió en los cabildos de otros pueblos de la región. Otro caudillo indígena, nos dice la historiadora Gisela, fue el tlahuica Pedro Asencio Alquisiras, quien combatió junto con Vicente Guerrero en varios lugares del centro del país y en una ocasión derrotó a Agustín de Iturbide. Un episodio que me parece muy singular, fue el que se llevó a cabo en noviembre de 1810, cuando el cura de Ahualulco, Nayarit, José María Mercado, tomó Tepic y el puerto de San Blas, en donde alrededor de dos mil indígenas coras se le unieron.  También hubo mujeres indígenas insurgentes como doña Manuela Medina, conocida como La Capitana, oriunda de Taxco, Guerrero quién hizo un largo viaje para conocer y ponerse a las órdenes de Morelos. Doña Manuela formó un batallón y combatió a los españoles.  

El reconocimiento de los pueblos indígenas

 Morelos, en sus Sentimientos de la Nación, menciona en su artículo 5to. la soberanía popular, reconoce, como buen liberal, la igualdad ante la ley (art. 13avo.), y el artículo 15avo prohíbe la esclavitud y las castas, nada sobre el reconocimiento de las demandas de los pueblos originarios que lucharon por la independencia de nuestro país. Lo mismo sucedió en la constitución de 1824 que fue nuestra primera, sólo menciona de forma tangencial a los pueblos indígenas en su artículo 50 fracción XI. En el periodo de la reforma ,y con la constitución de 1857 en la mano, se implementaron las leyes de desamortización de bienes eclesiásticos y comunales que afectó a los pueblos y comunidades indígenas pues abolió la propiedad comunal de la tierra. Se disolvieron las repúblicas de indios y las llamadas parcialidades o entidades indígenas situadas dentro de algunas ciudades y se suspendió el régimen jurídico especial (existencia de juzgados para los indígenas) En el caso de los gobiernos indígenas se esgrimió que reconocerlos equivalía a otorgarles un fuero y eso atentaba contra la igualdad como derecho humano, mismo del que gozaron la iglesia y le ejército.

Como hemos visto, la participación de los indígenas en la lucha por la independencia fue muy importante y a pesar de ello, sus demandas no fueron cumplidas. Queda claro que los pueblos y comunidades indígenas continúan hasta nuestros días, luchando por sus derechos y reivindicaciones y en defensa de sus territorios, aguas y bienes comunes y contra los mega proyectos o proyectos de muerte que son la amenaza moderna del capitalismo salvaje que vivimos.

Nuestra historia no está completa sin un justo reconocimiento de la valiosa contribución a nuestra independencia y libertad nacional. Ahora se pretende hacer una modificación al artículo segundo constitucional, con una iniciativa mocha y mutilada, de la iniciativa que le entregaron a Andrés Manuel López Obrador en septiembre de 2021, en Vícam, Sonora. 

En el actual México, inmerso en la política del espectáculo consumista y de memoria histórica corta y líquida, sigue teniendo una gran validez lo escrito por el Dr.  Pablo González Casanova, al señalar que:

el problema del indígena es esencialmente un problema de colonialismo interno. Las comunidades indígenas son nuestras colonias internas. La comunidad indígena es una colonia en el interior de los límites nacionales. La comunidad indígena tiene las características de una sociedad colonizada.

Miscelánea

¿Hasta cuándo Diputados? Han pasado 12 años y estamos a días de que finalice el gobierno del cambio y la transformación y no han aprobado una nueva Ley General de Aguas. ¿Acaso trabajan para la hidrocracia nacional y extranjera? ¡Todo hace suponer que sí!

Y los dejaron plantados. El pasado 9 de septiembre, la Asamblea Social del Agua, había invitado a 20 diputados, tanto federales como locales, la mayoría de Morena, y los dejaron chiflando en la loma, como dicen en mi pueblo. Solamente se presentó un diputado del PAN, y un diputado del PT mandó un propio. Realmente no les interesa a las y los diputados, federales y estatales el grave problema del agua, su contaminación, su privatización (caso Puebla y su zona conurbada), el acaparamiento y falta de una nueva ley. Lo que realmente les interesa es la devastación ambiental y ecológica de nuestro país y estado.

¡¡¡Cuánto cinismo e hipocresía destila el vendepatria, hambreador del pueblo (Fobaproa) y genocida, entre otras muchas cosas más, de Ernesto Zedillo!!!

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