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LOS VIOLENTOS ARREBATAN LA VIDA DEL PADRE MARCELO PÉREZ

 LOS VIOLENTOS ARREBATAN LA VIDA DEL PADRE MARCELO PÉREZ

F. Humberto Sotelo M. 


Mateo 11:12 “Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, 

el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan”.

Como es del conocimiento público, el  domingo 20 de octubre fue asesinado el padre Marcelo Pérez,  sacerdote perteneciente a la etnia maya tzotzil de San Andrés Larraínzar.  Desde hacía varios años se había distinguido por la defensa de los derechos humanos de los pueblos indígenas y de los migrantes centroamericanos.

     El crimen se perpetró a unos minutos de haber celebrado misa, en la parroquia de Cuxtitali,  perteneciente a la arquidiócesis de San Cristóbal de las Casas. 

    Aunque la violencia en esa zona del país ---propiciada principalmente por los caciques, algunos de los cuales han logrado infiltrarse en Morena--  ya casi no sorprende a nadie, el proditorio asesinato de Marcel Pérez estremeció a todo el país, a un grado tal que el Congreso de la Unión le rindió un emotivo homenaje, dedicándole un minuto de silencio. Habría que aplaudir esta iniciativa ya que, hasta donde llega nuestra información, es la primera vez (por lo menos en muchos años) que nuestros legisladores honran a un líder social de la envergadura del padre Pérez.

    Nos sorprendió, también, la solidaridad que manifestó la diócesis de Puebla hacia la Arquidiócesis de San Cristóbal de las Casas, señalando,  a través de una carta publicada en redes sociales, señalando : “Lamentamos que el P.  Marcelo, un profeta de nuestro tiempo, y defensor de los derechos de los pobres, los indígenas, y los desprotegidos, haya sido cobardemente asesinado,  sumándose al número cada vez más creciente de actos de violencia en nuestro país” (Vid.  E-consulta, 22 de octubre de 2024).

     Este gesto pone de manifiesto una notable transformación en la diócesis de nuestra entidad en lo referente al trato hacia los sacerdotes que adoptaron los principios de la “Teología de la Liberacion”, que surgió en la Conferencia Episcopal de Medellín (1968), y se consolidó en la III Celam, que se celebró precisamente en Puebla, en 1979.   En esta se planteó la necesidad de que la iglesia se inclinase por una “evangelización liberadora”, que se basara en “la opción por los pobres”, desarrollada en la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano celebrada en Medellín (Vid. Lineamientos para la evangelización de hoy, Diana Esther Silva Gómez, et. al., Facultad de Teología, Noviembre 2019). 

    Habría que recordar al respecto que la derecha poblana y latinoamericana reaccionó  con indignación ante los acuerdos de dicha Conferencia, a los que juzgaron como una expresión inequívoca de la influencia del comunismo en la iglesia católica. En Puebla, el líder de la Coparmex, Eduardo García Suárez ( “El Pichón”), encabezó varios actos de protesta contra la III Celam.

   Frente a los avances de la Teología de Liberación, el Papa Karel Wojtyla encabezó una vehemente cruzada contra los sacerdotes identificados con la misma. De este modo, sacerdotes muy respetados y  queridos por la grey católica de Puebla como Enrique Marroquín (de la Iglesia del Parral) y Fernando Maceda, fueron obligados a ejercer en sitios rurales, muy alejados de las grandes ciudades.

       Marcelo Pérez, no obstante ser un hombre muy joven al que no le tocó vivir la ofensiva del Papa Wojtyla contra la Teología de la liberación, se formó al calor de ésta.  No es de ningún modo casual que profesase una gran admiración hacia el obispo salvadoreño Arnulfo Romero, asesinado en 1980 por la extrema derecha de ese país.  Al igual que éste, el sacerdote de origen tzotzil sabía que su vida corría peligro por defender a los pobres, empero aun así decidió continuar con su lucha.

   Por una ironía del destino, dos días después del asesinato de Marcelo Pérez falleció Gustavo Gutiérrez, a los 96 años, considerado el “padre de la teología de la liberación”.

     Sacerdote, teólogo, filósofo e intelectual,   quien fue dominico desde los 76 años, acuñó el término Teología de la Liberación en 1968 durante la Conferencia Episcopal  Latinoamericana en Medellín, inspirándose en los principios del Concilio Vaticano II. En 1971, publicó su influyente obra “Teología de la Liberación: Perspectivas”, que ofreció una nueva espiritualidad basada en la solidaridad con los más desfavorecidos y llamó a la Iglesia católica a ser un agente de cambio social .  El enfoque de Gutiérrez fue siempre colocar a los pobres en el centro de la acción de la Iglesia, abogando por la justicia social y denunciando las desigualdades que afectan a América Latina (Vid. El País, 23 de octubre de 224).

  Esperamos que las expresiones de indignación por el asesinato del padre Marcelo Pérez no se queden en simples pronunciamientos en favor de la paz y la solidaridad, sino que se traduzcan en acciones por parte del Estado que no sólo lleven al esclarecimiento del crimen, sino conduzcan a la erradicación y control total de la violencia que impera en Chiapas y en buena parte del país.

  En lo que concierne a la iglesia católica, estamos convencidos que el legado de aquél puede coadyuvar de manera fundamental a que ésta se recupere del desprestigio provocado por tantos escándalos, tomando como referencia las enseñanzas del padre Gustavo Gutiérrez.

  Ha llegado la hora de que la transformación de la iglesia no dependa sólo de los esfuerzos del Papa Francisco –quien ha realizado una excelente obra al respecto- sino de la  mayoría de los católicos, y la mejor forma de hacerlo es enarbolando la bandera de la “opción preferencial por los pobres”.


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