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Linda la estrella de la pasarela

 


Linda la estrella de la pasarela

Muchos piensan que son capaces de controlar el más difícil de los trabajos… El Gobierno.

Rodolfo Herrera Charolet

Algunas personas que consiguen muchachitas para el trabajo doméstico, creen que sus progenitores desean “gente decente”, para que sus retoños “mejoren” y lleguen a ser “alguien” en la vida. Sin embargo miles de ellas, no llegan ni a pisar el patio de la escuela, no tienen prestaciones sociales y la gran mayoría tienen hijos producto de violaciones cometidas, que ocurren en los núcleos familiares de acogida. Esta es una forma de esclavitud doméstica. Algunas de esas niñas siguen una “carrera corta” de bailarinas exóticas, para terminar en ocasiones en la profundidad de una barranca.

Estela o Linda

Se llamaba Estela porque nació el 30 de mayo, tenía 16 años cuando por primera vez un hombre, su “patrón”, pasado en copas la embarazó. Nació en un pueblo de Cuetzalan del Progreso, en el Estado de Puebla, pero vivió desde niña en la ciudad capital. Lo que ganaba mensualmente se lo enviaba a su padre, quien sin oficio ni beneficio repartió a sus hijas a igual número de hogares ajenos.

En navidad el “patrón”, que alquila niñas indígenas o explotadas, debe mandar la botella y el aguinaldo. También una vez al año, por dos o tres días, las hijas deben visitar al padre en su pueblo natal, solo para verlas y no olvidar su cara, en caso de que alguna “regrese” embarazada, el pago tendría que ser mayor y el “patrón” debe “cumplir” con dinero para subsanar su “error”.

Cuando Valente fue por Estela a la casa de su padre, ella había cumplido 8 años, seguía siendo una niña analfabeta y descalza. El “patrón” necesitaba una nana para sus hijos aún pequeños que demandaban cuidado, que tan pronto crecieron la ascendió a “chacha” oficial de la casa y antes de cumplir los quince, ya recibía sus caricias lúbricas en sus noches de insomnio.

Al padre de Estela no le importaba si estudiaba o dejaba de hacerlo, ni tampoco si una navidad regresó con un hijo, de hecho, se puso contento por el “fajo” de billetes adicional que pagó Valente, por el “error” de embarazar a Estela. Su aparente enojo, se disipó tan pronto recibió el dinero y lo guardó en su morral. Sonrió al conocer a la “nieta” y sus ojos brillaron de codicia, imaginando que en pocos años más, también recibiría dinero de ella y le serviría para cuando fuera viejo.

Estela arrastrada por la vida, se dedicó al oficio del “table dance”, cuando la esposa de Valente se enteró del “enredo” y de la hija ilegítima que había concebido. Lanzada a la calle, sin más ropa que la puesta, buscó acomodo en un cuartito de una paisana que ya se dedicaba al negocio del “tubo”. Su amiga la animó a entrar al negocio, noches de baile exótico ante los trúhanes que se daban cita, en una pocilga con autorización municipal.

 El infiel la siguió “amando” en secreto y la visitó frecuentemente en el antro, en donde le daba buenas propinas, después de descargar su humor en ella. Esa relación nunca se había hecho pública, porque Valente era un hombre ajeno. Así que la joven de escasos 16 años, entre la alternancia de hombres ajenos, rubios, morenos, altos o chaparros, ricos o pobres, fue pasando la vida desempeñando su trabajo y a partir de entonces se hizo llamar “Linda la estrella de la pasarela”.

Así que Linda abandonó la esperanza de encontrar un hombre para su vida, porque habiendo tenido tantos en forma pasajera, ninguno la hizo valer. Se fue ganando el sustento, con la danza exótica de todas las noches, su padre recibía mensualmente su gasto, una parte de la mitad de los ingresos que percibía, porque la otra mitad pertenecía al dueño de la “empresa”. Sin embargo los meses de fatiga nocturna y algunos excesos de los clientes, pronto dejaron huella en la muchachita y ablandaron la firmeza de sus muslos y la de sus senos. En cuatro años, sufrió todo tipo de infecciones, que pasaron de las leves a las severas. Al principio Estela solo transmitía herpes genital, uno que contagiaba en sus relaciones sexuales cotidianas, en donde el ardor de las ampollas las aguantaba mientras ejercía el oficio. La mujer hizo de la ternura un arte del engaño, sus clientes que en francachela macha, la solicitaban para el “privado”, porque ella sabía amarlos siendo la estrella de la pasarela.

–¡Huy papito… eres un amor! ¡Huy eres un toro!

Así entre amores falsos y su danza exótica, pasó las noches de la temprana juventud de su vida, despojada de la totalidad de sus ropas, dejando que las manos asquerosas de los noctámbulos, fueran introducidas sin delicadeza y ningún escrúpulo, ultrajando su cuerpo desnudo.

La juventud de Estela transitó entre laberintos de cuartos y rincones oscuros; en infinidad de covachas perdidas entre las calles de una ciudad capital, en donde se ejerce el oficio, hasta las horas que la autoridad permite con pago de horas extra. Negocio de giros negros que llenan el cochinito del alcalde.

Un día Estela, que aún seguía siendo la estrella de la pasarela, no llegó a la pista, los borrachines se privaron de verla despojarse de su atuendo de enfermera o colegiala; espectáculo que realizaba con el arte de su oficio, entre las luces y sombras mortecinas del frangollo, acompañada de las letra y música de “Still loving You” de Scorpions, que era la preferida de Valente.

Algunas niñas, compañeras suyas, le dijeron a Valente que Estela se había regresado a su pueblo, otras que ya tenía SIDA y estaba internada en una clínica. Solo una, la que menos antigüedad tenía en el negocio, se atrevió a decir que la niña ausente, era aquella que habían encontrado muerta muy cerca del antro. Pero a decir verdad, ninguna de sus compañeras del prostíbulo, se atrevió a indagar más su paradero, quizás por el temor a terminar sus días de igual forma.

En el anfiteatro fue destrozada una mujer joven, encontrada en la profundidad de la barranca; unos dijeron que se llamaba Estela, otros que Linda, la verdad ya no le importó a nadie, porque no reclamaron sus restos, se fue a la fosa común como desconocida con un número de muerte.

El tugurio que se encontraba cercano a donde fue encontrado el cuerpo, cerró por remodelación, dicen unos que siguen en el giro negro y pagan puntualmente sus “cuotas” a los inspectores del gobierno municipal; pero empresario, chicas y clientes entran por un zaguán viejo que está por la parte trasera. Otros dicen que cambiaron de lugar, porque la autoridad les canceló ese domicilio, por quejas de los vecinos de “enfrente”. Pero tampoco importa, porque pocilgas de chicas exóticas menores a 18 años, que ofrecen el “servicio”, abundan en todas las calles de la capital; más aún, cuando la pobreza de miles de pueblos sigue proporcionando cientos de niñas de pechos y muslos firmes, de las cuales, algunas llegan a ser como Linda, por un tiempo mientras son demasiado jóvenes, estrellas de la pasarela.

Los datos

Durante el actual sexenio (2018-2024) se han denunciado 154 mil 327 casos, con datos al 31 de diciembre de 2023. En el año 2023 fueron registrados 35 mil 917 casos de abuso sexual, ciertamente Puebla no ocupa los primeros lugares de incidencia, sin embargo se reportaron en promedio 2.5 denuncias diarias durante todo el año. Lo cual resulta alarmante, en virtud de que no todos los ataques sexuales se evidencian y en el país de 2020 que se reportaron 22 mil 377 denuncias a diciembre de 2023, se incrementó en más del 60%.

El incremento de las denuncias por abuso sexual ha mostrado un crecimiento sostenido, pasando a 27 mil 718 denuncias en 2021 a 33 mil 357 en el 2022. No obstante las políticas públicas desarrolladas en protección de las mujeres.

 

 

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