JULIAN ROMERO TEHUITZIL
OAXACA.-En el estado de Oaxaca, es común la creencia de que el alma, para que pueda llegar a su destino final, tiene que ir por un camino lleno de peligros, debe atravesar un río ayudada por un perro y también debe pasar entre dos montañas en forma de horqueta que tienden a cerrarse. Para que el alma pueda descansar, es básico que los familiares de los difuntos coloquen en su sepulcro vestuario y alimentos que cumplan con este ritual, el pago de misas y el novenario de rosarios. El día de Todos los Santos, las almas regresan para disfrutar del ‘aroma y vista’ de los comestibles colocados en su altar, además, se tiene la creencia de que existen castigos divinos para quienes violen o supriman el ritual. Los espíritus tienen una vida comunitaria semejante a la de los vivos, por lo que las ‘visitas’ son precedidas por las autoridades y deben ser invitadas por los gobernantes del pueblo, civiles o religiosos. En el cementerio, al terminar la celebración, los gobernantes vuelven allí para encaminar a las almas en su viaje de regreso al mundo de los muertos, en esa ocasión se organizan comparsas y enmascarados con el fin de ahuyentar algunas almas que se resistan a regresar al ‘más allá’.
En el valle de Oaxaca, los festejos en torno a los muertos varían en su forma organizativa del ritual, en las creencias y en los usos de objetos suntuarios.
MAYAS.-En el sureste del país, los pueblos mayas rinden culto a los difuntos desde el mismo día de su muerte, ya que el cadáver es velado por familiares y amigos para acompañar al alma antes de su viaje, al momento de sepultarlo, colocan varios objetos que le serán de utilidad en su viaje final.
Los lacandones por ejemplo, colocaban tortillas y pozole en su sepulcro para alimentar al alma; un cabello por si aparece un piojo y un hueso para el perro que le acompañará en su ‘camino’.
En el estado de Quintana Roo se coloca ropa limpia al difunto, un rosario, una jícama y un peine y si es mujer, aguja e hilo.
Los chontales creen que el alma vagará por la casa durante ocho días después del entierro, por lo que es necesario ‘levantar la sombra’, para esto, hacen otra reunión como la del velorio, ofrecen café y tamales a los asistentes y llevan a cabo una procesión a los panteones repletos con flores. En algunas otras regiones, los ‘Festejos a los muertos’ son los días 31 de octubre y 1 y 2 de noviembre.
En los ejemplos anteriores, podemos entender la certidumbre de que los muertos nos visitan cada año y que compartirán con sus familiares la fiesta que se prepara en su honor, este ritual extendido por toda la República Mexicana estrecha los lazos entre diversos grupos sociales, propiciando la identidad y el fomento de nuestras raíces culturales.
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