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MORENA EN LA ENCRUCIJADA

 MORENA EN LA ENCRUCIJADA


F. Humberto Sotelo M. 


Coincido totalmente con Isaac Palestina (colaborador de EPrensa,  cuyo director es Rodolfo Herrera Charolet) cuando escribe:  “Morena, el partido que ha encabezado la Cuarta Transformación, se encuentra hoy en una encrucijada política que podría definir su futuro. Entre las dinámicas oligárquicas y sectarias que parecen dominar sus filas, surge una preocupación legítima: ¿cómo puede este movimiento consolidarse como un partido de vanguardia, capaz de representar de manera  genuina las demandas sociales?....La respuesta parece lejana mientras el partido oscila entre estos dos extremos, alejándose de sus raíces populares” (Vid.  “Entre la oligarquía y el sectarismo”, Eprensa, 7 de octubre de 2024).

       Como es del conocimiento público, desde la génesis de Morena hubo consenso entre la mayoría de sus militantes en el sentido de que esta organización  debía ser un partido pero a la vez una organización estrechamente vinculada a los movimientos sociales. En el debate que se llevó a cabo a mediados de septiembre de 2012 acerca de esta cuestión, Alejandro Encinas señaló :  “Se requiere mantener un movimiento amplio y plural, con una estructura flexible y horizontal que desate la iniciativa y la imaginación de la gente. al mismo tiempo, se requiere construir una organización política que permita a los miembros de morena acceder al poder público y a los cargos de representación popular, evitando la subordinación de morena a los partidos y que éstos cosechen los espacios de representación a los que legítimamente pueden aspirar sus miembros”.  Por su parte, Armando Bartra expresó : “para impulsar el cambio necesitamos combinar la energía social de los movimientos y la visión incluyente y estratégica de los partidos”.

            Parecía, pues, que tal cuestión ya estaba zanjada :  Morena no tenía más opción que convertirse en un partido si es que deseaba arribar al poder político, empero, a diferencia de los partidos tradicionales, no restringiría su acción a los procesos electorales, sino trataría en todo momento de respaldar los movimientos sociales a efecto de que éstos no sólo lograran cristalizar sus principales demandas sino, además, para asegurar que los gobiernos emanados de Morena no se alejasen de sus bases sociales, tal como suele suceder con la mayoría de las organizaciones políticas una vez que arriban al poder. 

          En tanto partido Morena tendría indefectiblemente que apegarse a las normas –escritas y no escritas—de la sociedad política :  entre ellas el sujetarse a la legislación electoral vigente y al conjunto de ordenamientos que rigen la vida de este tipo de organizaciones;  empero, en tanto movimiento, tendría el compromiso de actuar en el seno de la sociedad civil, esforzándose por vincularse con el complejo de sus actores y protagonistas, asegurándoles encauzar sus demandas hacia el Estado sin exigirles en modo alguno convertirse en miembros o afiliados al partido. 

        Al asumirse como partido-movimiento Morena aspiraba, pues, a convertirse  en algo así como un Jano Bifronte, una de cuyas miraría hacia el entorno estatal, mientras que la otra tendría puestos los ojos en los pasadizos  de la sociedad civil.

        De este modo, a diferencia de la izquierda clásica (o tradicional, si se quiere), Morena no tendría empacho alguno en aspirar a convertirse en  partido en el poder, empero, a la vez, en tanto movimiento, tendría autonomía respecto al Estado, evitando en todo momento transformarse –como sucedió con el PRI y el PAN--- en partido del poder.

     De ahí, pues, se desprendía la tesis de que Morena no restringiría su lucha a los procesos electorales –por más que esto tuviese una gran relevancia--, sino acompañaría solidariamente los movimientos sociales. Esto implicaba, desde luego, guardar autonomía frente al Estado, evitando en todo momento convertirse en una correa de trasmisión de las autoridades emanadas del partido. Esto fue precisamente lo que hizo Andrés Manuel López obrador en el V congreso extraordinario de agosto de 2018, el último al que asistió, donde pidió licencia para convertirse en el presidente de “todos los mexicanos”.

          Sin embargo, a medida que Morena se fue consolidando como una opción de poder, en los hechos comenzó a alejarse de los movimientos sociales y, a la vez, a convertirse en una organización que cada vez más le confiere prioridad a su participación en los procesos electorales, lo cual lo ha llevado paulatinamente a  transformarse en un partido de estado. 

      En un principio esta situación no se advirtió, ya que todo mundo en Morena tenía claro que se tornaba preciso tener la mayoría en las principales instancias del poder político (gubernaturas, Cámara de diputados, Cámara de senadores, etc.),  a efecto de que los postulados programáticos del partido se convirtiesen en realidad. Esto, pensaban las bases morenistas, de ningún modo era incompatible con la necesidad de sostener fuertes vínculos con los movimientos sociales, ya que a fin de cuentas esto resultaba imprescindible para que los gobiernos provenientes de Morena tuviesen un sólido sostén popular. 

         Empero, una vez que Morena triunfó en los comicios de 2018 y 2024, la Nomenklatura del partido decidió alejarse de los movimientos sociales, e incluso de sus propias bases, confiriéndole una importancia excesiva a los procesos electorales. 

---La derecha y los movimientos sociales

Ahora bien, en la medida en que Morena abandona la lucha social,  poniendo énfasis en la democracia electoral, paradójicamente la derecha mexicana ha comenzado a concederle una gran relevancia a los movimientos sociales, no a los que tienen que ver con demandas que impulsan los sectores más desprotegidos (en particular los que actúan en el campo de la llamada economía informal,      vendedores ambulantes, colonos, etc.), sino a los que enarbolan determinadas capas de la clase media y de la oligarquía –obviamente impulsadas por la derecha—que giran principalmente en torno a cuestiones tales como la defensa del Poder Judicial, los órganos autónomos (INE, etc.), la transparencia, etc., actuando con tal vehemencia que llegan al extremo de salir a la calle en defensa de sus demandas.  Hace unos meses, en víspera de los comicios de junio de 2024, vimos surgir, por ejemplo, el movimiento “Marea Rosa”, encabezado por la candidata del PRIAN y del PRD, Xóchitl Gálvez  (y, desde luego, aunque desde las bambalinas, Claudio X. González),  enarbolando proclamas contra “el Estado autoritario” encabezado por AMLO.

   En unos de sus trabajos de los Cuadernos de la Cárcel, Gramsci escribía que en determinadas ocasiones la derecha copia o reproduce las acciones de la izquierda; se refería, en concreto, a las acciones callejeras, a la toma de edificios públicos, etc. Ese trabajo apareció en el periódico L’Ordine Nuevo, el 2 de enero de 1921, con el título de “el pueblo de los monos” (que fue tomado de un relato del Libro de la jungla, de Rudyard Kipling). Ahí Gramsci  describe cómo la pequeña burguesía italiana, a partir de los años ochenta del siglo XIX, entra en un periodo de  descomposición una vez que se fortalece la gran industria y el capitalismo financiero, convirtiéndose en una clase parasitaria, a la que distingue el desencanto y la desesperanza, convirtiéndose en agente de la contrarrevolución, y en un campo fecundo para el nacimiento del  movimiento fascista.  Al mismo tiempo que aclama a todo tipo de charlatanes, escépticos y sicofantes,  decide tomar las calles, imitando de este modo a la clase obrera (Vid. Antonio Gramsci,  Sobre el Fascismo, editorial Era, México,  1979, págs. 67, 68). 

     Evoco esta reflexión porque en México estamos asistiendo precisamente a un espectáculo semejante :  al parecer, en nuestros días, ahora es la derecha quien ha  decidido impulsar movimientos sociales para promover sus intereses, y esto lo vemos claramente en sus acciones en contra de la Reforma Judicial, involucrando no sólo a los trabajadores y al personal de dicho Poder, sino incluso a estudiantes, ¡sobre todo de la UNAM!....¡Habráse visto! 

       Si bien ya desde décadas anteriores la derecha se percató de la relevancia de apoderarse de la sociedad civil –esto lo veremos más adelante--,  en años recientes le ha puesto un gran énfasis al impulso de movimientos sociales destinados a promover determinadas demandas o peticiones que ya no son abordadas por la clase política de sus organizaciones (en particular el PAN), debido, sin duda, a la falta de respaldo de la mayoría de la población. Nos referimos, en concreto, a demandas tales como la defensa de instituciones como el Instituto Nacional Electoral, el Instituto de Acceso a la Transparencia,  el Coneval, etc., y en nuestros días la defensa del Poder Judicial (al momento de escribir estas líneas, la Cámara de Diputados se disponía a tratar el asunto de la reforma a dicho Poder, teniendo, por cierto, que transladarse a las instalaciones deportivas de  Magdalena Mixhuca, debido a que el recinto parlamentario fue tomado por una manifestación encabezada por trabajadores del Poder Judicial). 

     Aunque es obvio que tras dichas movilizaciones se encuentran los líderes más destacados de la derecha mexicana (Claudio x. González, etc.), lo cierto es que a través de las mismas se difumina –si es que no se esfuma--la presencia de éstos, dando la impresión (por lo menos a los sectores sociales menos informados) de que se trata de auténticos movimientos de protesta.

        En un ensayo muy interesante acerca de esta modalidad de actuación de la derecha,   Ricardo Orozco y José Víctor Bolaños Alcántara, escriben :  “Aunque no es del todo una actitud novedosa entre los programas y los diversos idearios que a lo largo de la historia han desarrollado las derechas en Occidente,  entre aquellos fenómenos que hoy en día tienden a identificarse como nuevas derechas, los pueblos de occidente, en general, y América Latina, en particular,  parecen hallarse frente a cierta novedad, inscrita en las agendas programáticas de las derechas contemporáneas, cifrada en su sistemático esfuerzo orientado a disputarles a las izquierdas, por lo menos en cuanto al relato, la catalización de la indignación popular frente a las lógicas de reproducción de los sistemas de explotación, dominación y marginación” (Vid. “En torno a la necesidad de un programa de investigaciones sobre las derecha contemporáneas en América Latina y el Caribe”. Clacso, octubre de 2023, págs.. 37, 38. Vid. https://www.clacso.org/viejas-y-nuevas-derechas-en-america/).  Y agregan :  Y pese a que es  a todas luces claro que tanto el diagnóstico ofrecido por estas derechas –supuestamente disruptivas y antisistémicas—así como las vías que ofrecen a sus respectivos electorados para transformar la realidad por fuera del statu quo que denuncian son salidas o respuestas retardatarias, reaccionarias, regresivas y retroutópicas (sic), un efecto claro de esa narrativa que han adoptado es que, ante la mirada de una parte nada despreciable de las poblaciones en la que actúan políticamente, resultan, cuando menos, innovadoras y/ atrevidas; lo suficientemente rebeldes como para mantener un piso mínimo de apoyo entre sus bases sociales y, en muchos casos, un lento pero progresivo apoyo sostenido fortalecimiento/crecimiento entre sectores más amplios de la población nacional de sus respectivos países de origen (e incluso allende sus fronteras. (Ibid)” .   

   Paradójicamente, reitero, mientras la derecha se apodera de las calles, promoviendo diversos movimientos sociales, Morena se atrinchera en la lucha electoral, abandonando a los sectores que le permitieron arribar al poder. 


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